Kike se murio, hoy, hace eso de hora y media, un año, tal y como había hecho todo en su vida: como y cuando le dio la real gana. Eso sí, con un poquito menos de glamour del esperado. No se puede tener todo.
Habíamos quedado en vernos unos días después. Espero que no confiase en verme en el Averno. El dolor de la pérdida, a pesar de lo que él había vaticinado unos años antes, una tarde, mientras le pintaba los ojos y gorroneaba una botella de ginebra de mi madre, se hizo soportable, como otras tantas. Nunca pensé en ir detrás.
No voy a llevarle flores. Voy a ir a ponerle una canción. Seguro que está hasta los mismísimos de estar rodeado de viejos.
viernes, 16 de julio de 2010
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