Bajar al bar a desayunar, echar unos currículos en sitios en los que no queremos que nos contraten, levantar la vista de mi libro y verte arreglar ese ordenador viejo, pedir al chino para cenar, hacer el amor hasta quedarnos dormidos, beber una botella de licor café con nuestros amigos, bailar delante de todo el mundo, tomar una caña con mi madre, comer pizza fría del día anterior, hacer una maratón de Dr. Who, pasarnos el fin de semana desnudos, ir al cine y cogernos de la mano, besarte los párpados antes de dormir, tú enseñándome a hacer fabada, comentar las noticias después de comer, ir a ver a tus primos al sur, comértela por las mañanas, disfrazarnos de cosas que nadie entiende, presentarte a mis amigos, darte masajes en la espalda, salir a cenar con tus colegas, enfadarnos por alguna tontería, reconciliarnos varias veces en tu cama, hacerte creer lo mucho que vales, quitarte la inseguridad a caricias, besarte todos los días para poder respirar.
Pero sólo te dije que tú y yo juntos seríamos increíbles, y me eché a llorar.
Y no quisiste creerlo, o tuviste miedo de que fuera verdad, pero me besaste diciéndome adiós.
Y ahora ya no cantaremos canciones en japonés en la ducha, ni te regalaré cojines para tu sofá, ni iré a comer a tu casa en Navidad, ni follaremos en la cocina, ni me esforzaré por hacer de tu vida algo agradable, ni te diré las cosas que sí le diré a alguien que no sea un cobarde y quiera hacer todo lo que yo quise hacer contigo y no te dejaste.
jueves, 30 de abril de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario