Puede que te hayas dejado llevar hasta aquí mecido por las olas o aprovechando la bajada de la pendiente. Es probable que tú ni siquiera desees encontrarte leyendo estas líneas o tal vez hayas esperado a estar a solas para encenderte un cigarrillo y te descubras en este lugar, que pertenece a ninguna parte, por propia voluntad.
Sea como fuere, ya has presenciado el crimen.
Y ahora formas parte de esto.
Ya eres Testigo de mis Errores.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Los garrafales errores.

En mi casa, que huele a casa; a cremas de mi madre, a curry y a pimienta y ahora el pasillo, un poco, para qué engañarnos, también a perro; escondida bajo las tres o cuatro mantas de cuadros de colores que mi abuela hizo para mi, releo a Paolo Giordano como un fiel lee la Biblia, enalteciendo cada párrafo, haciéndolo muy mío. Busco de nuevo aquello de "próximos, pero nunca juntos", y dejo caer el libro a un lado de la cama. 

Y esos errores pequeños, los que cometo convenciéndome que no tendrán ninguna consecuencia, se parecen a las bolas de nieve que ruedan colina abajo, alimentándose de un poquito más de hielo para hacerse un poco más grandes. ¡Qué tremendo, qué patético, qué dramático, qué sombrío, qué triste y doloroso incurrir en esta equivocación!
 
¡Qué plañido tras el descuido! ¡Pero qué gozo, saberse parte de tan vedada obra!

No hay comentarios:

Publicar un comentario