Puede que te hayas dejado llevar hasta aquí mecido por las olas o aprovechando la bajada de la pendiente. Es probable que tú ni siquiera desees encontrarte leyendo estas líneas o tal vez hayas esperado a estar a solas para encenderte un cigarrillo y te descubras en este lugar, que pertenece a ninguna parte, por propia voluntad.
Sea como fuere, ya has presenciado el crimen.
Y ahora formas parte de esto.
Ya eres Testigo de mis Errores.

lunes, 7 de junio de 2010

La Guerra Fría

Ahora estas dos superpotencias que somos tú y yo, ya no nos enfrentamos en el campo de batalla.

Separados por cientos de kilómetros y un sinfín de carreteras, amenazamos con lanzar nuestra artillería más pesada, y esta vez contamos con innumerables aliados preparados para destruir la ofensiva enemiga.

¡Qué contienda helada, ésta en la que la pugna se libera en la razón! ¡Qué batalla entumecida, en la que ya no queda nada de aquella lucha de voluptuosidad y gozo, en un lugar lejos de aquí!

Y aunque no dejo de emitir conminaciones y de recibir otro tipo de coacciones, el enfrentamiento, quizás, sea otra forma, pobre, torpe e inexperta, nociva y perjudicial de volver a acercarnos.

Te envié un telegrama: después de comentarte la crísis de los misíles te he dicho que no sé que va a pasar con el frío cuando llegue el verano.

La Guerra da miedo, y nadie gana, y todos pierden.

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